Villa Albina, una mansión de ensueño


Villa Albina es una construcción que solo se podría calificar como espectacular. A simple vista impresiona; pero al conocerla a fondo comprendí que es más que la infraestructura, muebles o jardines. Hay una promesa de amor, la de Simón I. Patiño hacia su esposa Albina Rodríguez.

La historia cuenta que poco tiempo después de su matrimonio, realizaron un viaje de vacaciones a Vinto (Cochabamba) y en carnaval fueron invitados a pasar un día de campo bajo un huerto de añejos olivos. Albina quedó encantada con el lugar y don Simón le ofreció comprarle algún día una casa en la zona para pasar sus vacaciones.

En 1917, iniciaron las obras para construir este lugar, que además de los establos, comprendía la lechería, una fábrica de hielo, cámaras frigoríferas y un molino para trigo. La edificación fue realizada mientras la familia residía temporalmente en Europa, donde fueron hechos los planos iniciales.

Sin embargo, Simón Patiño no pudo disfrutar de esta villa porque el 20 de abril de 1947 falleció, y su esposa e hijos retornaron a Bolivia, trasladando sus restos a su morada final en Pairumani. Con este retorno, la hacienda tuvo un nuevo aire, los cuidados, decoración y detalles la magnificaron y los productos industriales que se elaboraban en el lugar, adquirieron mayor prestigio.

La entrada de la casa presenta adornos en torno a las puertas y ventanas de color terracota que contrasta con el color plomizo de la fachada. En el piso superior se encuentran los balcones de fierro forjado desde donde se pueden apreciar hermosas vistas panorámicas.

En el interior, una hermosa fuente de agua rompe el efecto cuadrangular y geométrico del lugar. Los principales salones de recepción, la sala de billar, el comedor, diversas salitas y los estudios están ubicados en la planta baja.

Cada ambiente tiene muebles del denominado “art deco” de principios de siglo XX, cada uno con detalles diferentes, especialmente por el color de los empapelados de las paredes, denominados “empapelados vieneses”. Simplemente acogedor.

Los hijos de Simón I. Patiño y Albina Rodríguez fueron parte importante de la casa, los tapices de los muebles en muchos casos llevan los monogramas de cada uno: Graciela, Elena, Luz Mila, Antenor y René.

Los muy bien cuidados jardines son impresionantes y están embellecidos con especies arbóreas nativas, algunas de ellas muy raras en el país, como las colecciones de araucarias, encinos y magnolias. Al lado este de la construcción hay un espejo de agua con remembranzas orientales, que le otorgan un aspecto campestre y romántico. Por donde se la mire, una mansión de ensueños.




Publicado también en Destinos.


Comentarios