El tiempo, una ilusión


Cuando aparecen panetones o arreglos navideños en las tiendas y mercados en pleno noviembre, una extraña sensación nos invade. Sin importar cuánto hayamos planificado cada día, el tiempo una vez más jugó su mejor partida y pasó casi sin dejar rastro.

La proximidad de un nuevo año provoca espontáneamente un torbellino de recuerdos y la presión de haber o no cumplido los “grandes propósitos” de nuestra vida para esa gestión.

Terminar la tesis, viajar al exterior, aprender un idioma, emprender el proyecto anhelado, casarse, formar un hogar o simplemente  ser consecuente con el gimnasio, son algunas de las metas que generan ilusión en un nuevo comienzo, pero que muchas veces quedan en medio camino.

“El tiempo no alcanza para nada”, “estoy sin tiempo”, “me faltó tiempo para…”,  muchos tópicos como estos se escuchan a diario en el mercado, micro, oficina, en la casa, en las largas filas de espera por un servicio.

¿Es el tiempo un aliado o un verdugo?

Casi siempre se rompe la lógica entre lo que hacemos o queremos hacer y la posibilidad de concretarlo. Einstein estaba en lo cierto cuando afirmó que “el tiempo es una ilusión”.

Ayer, cuando esperaba mi cambio en el mercado 25 de Mayo, escuché por casualidad la conversación entre una sagaz compradora y la “caserita”.

–  ¡Qué rápido se nos ha ido el año! ya sólo quedan dos días…

–  Pero casera, piensa que más bien nos quedan dos días. Muchas cosas puedes hacer todavía en ese tiempo.

Al final las dos sonrieron y yo me quedé con una certeza: todo es cuestión de perspectiva.

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