¡Maravillosa La Paz!


Hace días, llamó la atención una hermosa imagen de La Paz como portada del buscador Bing de Microsoft, al verla recordé mis escapes allá y me di cuenta que no es una ciudad perfecta, pero sí una ciudad que brilla en apariencia y en esencia.

Desde aquella vez que recorrí en tren el camino El Alto- La Paz me impresionaron las luces, la vida en la noche, la gente noctámbula acostumbrada a la rutina. No es fácil escribir sobre un lugar que se transforma cada día.

Este 16 de julio, La Paz conmemora 205 años de libertad con muchas cosas por celebrar, como la incursión de los buses PumaKatari que le dieron una nueva cara al transporte metropolitano, poniendo a prueba a la gente con nuevas normas de comportamiento, saludar, esperar, reportar los objetos perdidos, ceder el asiento y ser retribuido con un servicio de calidad. Un referente para los otros departamentos del país.

Pero también llegó el Teleférico, haciendo noticia en la prensa internacional como el “más largo del mundo”, un sistema que tiene una extensión de 2,6 kilómetros entre El Alto y La Paz. La vista más impresionante de la urbe a más de 3600 metros sobre el nivel del mar. Un transporte de altura convertido también en un atractivo turístico de la ciudad del Illimani.    

Estos ejemplos son muestra de que la política puede ser más allá de lo políticos, la mejor arma para servir al pueblo, aunque suene prosaico. Las gestiones públicas así lo demuestran; sin embargo, aún falta mucho, porque el progreso no se mide por dos o tres aciertos sino por una estrategia integral que impacte en la cotidianidad de la gente.

Más allá de esto están los paceños y un refuerzo de su identidad local, inherente a aquello que se siente como progreso y los empulsa a decir, casi siempre, “me encanta vivir en La Paz”, donde el paso del tiempo muestra los inevitables contrastes entre las construcciones del tipo colonial, republicano y la gran variedad de edificios modernos.

Pero siendo honestos, no todo es color rosa, hay problemáticas que no se pueden esconder. La inseguridad, delincuencia, comercio informal, deficiencia en el aseo urbano y claro, la convulsión social.

Es una ciudad bipolar en muchos sentidos, te hace vivir el frio pero a la vez disfrutarlo; perder el aliento al subir sus calles paradas y recobrarlo intensamente cuando se llega a destino. Como diría un amigo, “un lugar que sorprende y te pone a prueba”.

Desde que en octubre del año pasado La Paz fue seleccionada entre 1200 postulaciones para ser una de “7 Ciudades Maravillosas del mundo”, se inició una campaña por mostrar su belleza y ese inexplicable encanto que siempre te hace querer volver. Hoy está entre las 21 favoritas y sigue en carrera, una noticia que muchos bolivianos aplaudieron.

No nací en La Paz pero reconozco que cada vez que voy allá me siento en casa; aunque claro, es diferente la percepción de quien la visita ocasionalmente, de alguien que solo la vio en fotos y quedó impresionado y de aquellos que recorren sus calles cada día encontrándose con las inconfundibles cebras. 

Al escribir este artículo me quedo aún con mucho por compartir pero con la certeza plena de que La Paz nunca se detiene y es una ciudad para ser feliz.





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