Desde
que tengo memoria, el “Rojo, amarillo y verde” ha estado presente en mi vida,
me enseñaron que hay un Dios, una familia y un país.
Cuando
tenía cuatro años, país era un concepto
abstracto que se reducía a ciertos elementos; luego, en la escuela, fue
cobrando un sentido de comunidad desde la inclusión que fue consolidando la
idea de “Patria”. Ser boliviana, empezó a tener sentido.
Sin
embargo, hay momentos claves en los que uno siente el patriotismo más encarnado
que nunca. Tengo claros hasta ahora, tres.
La
primera vez que leí en un cuaderno de la escuela: “El mar nos pertenece por
derecho, recuperarlo es nuestro deber”, que más allá de la explicación de la
maestra, me hizo reflexionar en una
razón de ser y de lucha que venía desde nuestros antepasados y nos era
entregada como herencia.
La
segunda, cuando vi la película “Amargo mar”, sobre la pérdida de nuestro
Litoral, donde la rabia y la impotencia se apoderaron de mí al conocer la
absurda manera en que la ambición pudo
más que la razón.
La
tercera, indiscutiblemente, cuando la selección nacional de fútbol clasificó al
mundial Estados Unidos 94, un momento único en el que el orgullo de ser
boliviano me llenó por completo y fue empático con el sentimiento descontrolado
de diferentes manifestaciones individuales y grupales.
Imposible
olvidar momentos como esos, como también es imposible abstraernos de la
realidad, donde, muchas veces, el “patriotismo”, se vuelve una opción, a la que
no todos quieren acceder.
Tener
nacionalidad es tener un nombre, una identificación, un respaldo, que te hace
parte de algo y te cobija; sin embargo, expresiones como “cada vez estamos
peor” o hechos contundentes como el incremento de la migración, son claves para
pensar, ¿este es el país que quiero?
Probablemente,
no; pero la realidad, es que es el país que merecemos, pues los “buenos
bolivianos” siempre exigen, pero nunca retribuyen.
Mejor
atención en los servicios básicos, mejor educación, mejores oportunidades de
trabajo, etc.; siempre hay algo que falta y algo que se pide; pero ¿qué hacemos
nosotros por nuestro país?, es la
pregunta que casi nadie se hace.
Personalmente
creo que mi retribución a Bolivia no ha sido suficiente, sé que hay mucho más
que podría hacer, las pequeñas acciones, pueden construir grandes objetivos.
Trabajar
con ética, ser respetuosa, solidaria y ser consciente con la limpieza de la
ciudad entre otras cosas, pueden empezar
a edificar una mejor Bolivia, pues nunca todo lo que hagamos será suficiente
para ser un buen boliviano; siempre se podrá hacer más.
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